El
secreto de una salud de hierro no es obsesionarse con la báscula, sino
saber alimentarte. Con este decálogo lograrás aumentar tu energía ¡y te
verás más guapa! Resultados garantizados.
1. Sé, de verdad, omnívora
Nuestro cuerpo no está diseñado para alternar un régimen muy proteico
del estilo Dukan con otro hipocalórico como el de la sopa de repollo.
Si comemos así, nos exponemos a sufrir fatiga, molestias digestivas, una
bajada de defensas, altos niveles de estrés... En resumen, todo lo que
intentamos evitar con una dieta sana. Por ello, niégate a mantener tu
talla siguiendo el trío infernal lechuga-filete a la plancha-queso
blanco o con absurdas monodietas. Para mantenerte sin ganar kilos de más
y aumentar tu vitalidad, tienes que comer de todo. Eso sí, un poco.
Carne, pescado, huevos, frutas, verduras (en todas las comidas),
cereales (integrales, ya que estamos puestos), legumbres... ¡hasta queso
y chocolate!
2. Come con “plena conciencia”
Está científicamente demostrado: un sándwich engullido en un rincón
de la oficina mientras verificamos los mensajes de la mañana de nuestro
correo electrónico engorda más que aquel que nos tomamos el tiempo de
saborear. Estar realmente atentas a lo que comemos nos permite sentirnos
saciadas con más rapidez, picotear menos durante la tarde, escuchar
mejor los deseos y las necesidades de nuestro organismo y, además,
librarnos de un poco del estrés que sufrimos todos los días.
3. Desayuna con yogur
¿Unas rebanadas de pan con mantequilla y mermelada o huevos con bacon
al estilo “british”? Si tomamos en consideración el índice de glucemia
de los alimentos, es decir, su capacidad para elevar el azúcar en
sangre, es mejor el desayuno anglosajón. ¿Cuál es su beneficio? Que su
menor índice de glucemia ayuda a regular nuestro índice de insulina. El
resultado es que hacemos menos stock de calorías bajo la forma de
grasas, nos sentimos saciadas durante más tiempo y evitamos comer
porquerías durante la mañana. ¿No te sientes tentada por el dúo huevos y
bacon a primera hora? En ese caso, prepárate unas rebanadas de pan
integral y agrega una fruta y un yogur que también ayuda a controlar el
índice de glucemia. Y sustituye el zumo de naranja industrial bebido en
ayunas (demasiado azucarado) por un batido de frutas con plátano,
pomelo, frutos rojos y almendras. Para finalizar, las más audaces pueden
probar el té blanco con clavo y jengibre o el café con cardamomo.
Bebidas especiadas, deliciosas, ricas en antioxidantes e hipertónicas.
4. Ve a lo sencillo
Para comer bien no hace falta aprender a cocinar como Ferrán Adrià ni
pasarse las horas muertas en el mercado. Solo necesitas comprar con
cabeza. Usa las frutas y verduras de temporada (en este momento
alcachofas, acelgas, calabaza, endivias, manzanas, peras...), que son
las más ricas en vitaminas, minerales y antioxidantes. Y evita en la
medida de lo posible los productos elaborados, ricos en sal y grasas
trans, que obstruyen nuestras arterias.
5. Despídete de los gases
Espasmos, hinchazón abdominal, gases... muchas mujeres sufren durante
toda la jornada estos síntomas desagradables y agotadores. Si eres una
de sus víctimas, ten en cuenta que puedes evitarlo si moderas tu consumo
de leche, pues la mayor parte de la población adulta carece de lactasa,
la enzima que permite digerir la lactosa de este alimento. También te
ayudará el reducir el consumo de cereales (trigo, centeno, cebada,
escanda....) que contienen gluten. Esta proteína es responsable de una
grave intolerancia, la enfermedad celíaca, que solo padece el 1% de la
población. Pero, ¿cómo afecta a los demás? El gluten es una molécula
grande que muchas personas tienen, sin saberlo, dificultades para
digerir. Para evitar sentir el estómago revuelto y mantener el vientre
plano, es inútil suprimir totalmente el pan y la pastas o la sémola. Se
deben reducir las dosis (sobre todo en lo que concierne a pizzas, tartas
preparadas y bollería) y reemplazarlos por arroz, patatas (al vapor),
polenta o quinoa, que no engordan si se come el equivalente a dos
cucharadas soperas por comida.
6. Descubre el trigo sarraceno
El alfordón es un alimento poco calórico, rico en fibra y que
contiene proteínas de alta calidad. Otra de sus ventajas es que no
contiene gluten. Se puede comer cocido, ya que es muy digestivo y hace
sentir una sensación de saciedad rápidamente. También es posible tomarlo
como una infusión todas las mañanas. Para esta última preparación hay
que tostar durante dos minutos a fuego medio los granos, infusionarlos
entre cuatro y cinco minutos en agua caliente, y filtrar el líquido
resultante. De este modo, obtendrás un “té” con gran poder
desintoxicante, muy rico en minerales y en antioxidantes, especialmente
en rutósido, una sustancia que ha demostrado su eficacia contra la
insuficiencia venosa.
7. Saca partido al restaurante
Ni hablar de prohibir las salidas por temor a incorporar un michelín o
dos gramos de más a nuestra cintura. Sobre todo, porque comer fuera
permite también diversificar la alimentación eligiendo aquello que no
tomamos en casa: otras verduras, pescados cuya preparación es
complicada... Por lo tanto, organízate. Come un yogur antes de salir. A
la hora de escoger, privilegia la fórmula de un entrante y un plato
principal. No te dejes tentar por el pan crujiente que ya se encuentra
servido sobre la mesa. Cuando llegue el momento del postre, recuerda que
el estómago tiene el tamaño de un puño cerrado y que ya se encuentra
suficientemente lleno. O, si lo prefieres, puedes optar por tomar un
postre 0% arrepentimiento a base de frutas o un sorbete.
8. Renueva tu vajilla
Ya sabemos que utilizar platos y cubiertos pequeños permite reducir
las raciones y nos fuerza a pasar más tiempo en la mesa. Pero lo que
ahora se ha descubierto es que el color de la vajilla también afecta a
la sensación de saciedad. Si el blanco es neutro, el rojo incita a comer
más y de manera más rápida. Por otro lado, los platos azules tienden a
cortarnos el apetito con mayor rapidez, simplemente porque, en la
naturaleza, los alimentos de este color son raros y, la mayoría de
ellos, tóxicos. Nuestros ancestros han dejado grabada esta información
tan valiosa en nuestro cerebro. Por ello, aún cuando nuestro estómago
pide más, nuestra cabeza dice “¡stop!”.
9. Toma bayas de goji
Eso sí, de forma moderada porque, como muchos frutos secos, las bayas
de goji son auténticas minibombas calóricas (356 cal / 100 g). Sin
embargo, tienen su sitio en una alimentación equilibrada y vitaminada.
Estas bayas son concentrados de proteínas, vitaminas, ácidos grasos y
antioxidantes. Tomar un pequeño puñado al día permite evitar las
carencias de micronutrientes y llenar el depósito de vitalidad. Pero
cuidado: a menudo se secan de manera industrial (a más de 400 °C), lo
que destruye sus nutrientes. Hay que elegir las secadas naturalmente al
sol y rehidratarlas en agua caliente antes de consumirlas.
10. Escoge bien el pan
Con tanta crisis, hemos recuperado el gusto por los alimentos básicos
y sencillos, como el pan. Desgraciadamente, desde hace unos años elegir
un sándwich se ha convertido en un quebradero de cabeza. ¿Con pan de
centeno, con aceituna o chapata? ¿De tomates y mozzarella, jamón y
mantequilla, pollo tikka o atún con verdura? Ciertos sándwiches son muy
creativos pero también, a veces, ricos en calorías. Cuando no estamos
seguras de lo que hay en su interior, lo mejor es optar por los básicos:
jamón y queso o atún con vegetales, con la menor cantidad posible de
grasas. Resumiendo, sin mayonesa. Lo mismo ocurre con las ensaladas que,
a pesar de su imagen saludable, no siempre son light, ni mucho menos.
Huevo + pavo + queso + salsa + picatostes = estragos.