Son los pilares de la crianza, educación y felicidad de nuestros hijos. Los principios que los padres nunca deben olvidar para que los niños desarrollen su personalidad, en equilibrio y armonía, y tengan un futuro. Un decálogo de consejos que además ayudarán a que los padres hagan su trabajo mucho mejor cada día.
No son normas nuevas, ni desconocidas, pues figuran es una recomendación europea por sus efectos beneficiosos sobre el desarrollo de los niños. Y son de sentido común, pero en la vorágine del día a día muchas veces se dejan de lado. Por eso, nunca está demás recordarlas, como han hecho un equipo de multidisciplinar de expertos en la «Guía práctica del buen trato al niño».
Psicólogos, pediatras, pedagogos, trabajadores sociales y hasta policías, con el aval de diferentes sociedades médicas, nos dicen cómo tratar bien a nuestros hijos desde que nacen y hasta los diecinueve años en todos los entornos posibles: familia, escuelas infantiles, colegios, institutos, hospitales, en juzgados, en los medios de comunicación...
He aquí los cimientos que la familia debe ofrecer a diario para hacer feliz a sus hijos:
1. Proporcionarles afecto y apoyo. «Nuestros hijos quieren abrazos, caricias... que empaticemos con ellos. Así les damos seguridad», comenta Jesús García Pérez, coordinador de este trabajo y jefe de la Unidad de Pediatría Social del Hospital Niño Jesús de Madrid. Mantener una actitud amable y cariñosa, a la vez que firme y consciente, ayuda a establecer una relación de confianza y amor entre padres e hijos. Y eso proporciona a los niños (futuros adultos) autoestima, alegría, les ayuda a tolerar mejor las frustaciones, afrontan mejor las situaciones difíciles... Para ello se puede empezar jugando con los niños, intentando comprender lo que quieren decir, agradeciendo su ayuda y esfuerzo, compartiendo con ellos sentimientos y opiniones...
2. Dedicar tiempo para interaccionar con los hijos. Los expertos aconsejan estar tranquilos cuando estemos con los hijos, ya sea en el coche o andando de camino al colegio, cuando les llevemos al pediatra, haciendo la compra o las tareas domésticas... Se trata de disfrutar de la compañía en cualquier circunstancia ya sea ordenando un armario, poniendo la mesa o jugando con los peluches o los videojuegos, o viendo juntos la televisión...
3. Comprender las características evolutivas del comportamiento de los hijos a cada edad determinada. Es la mejor forma de entender las reacciones que tienen los niños y adolescentes. Hay comportamientos que son propios de una edad, conocerlos nos ayudará a saber reaccionar sin necesidad de enfadarnos, reñirles o castigarles. Por ejemplo, a los tres años es típico que se nieguen a colaborar con los padres: esto indica que están empezando a construir su propia personalidad.
4. Comunicarse abiertamente con los niños, escuchar y respetar sus puntos de vista y promover su participación en la toma de decisiones y en las dinámicas familiares. Y en esto también puede ayudar mucho valorar sus capacidades y su potencial con frases como: «Veo que has avanzado mucho en esta tarea» o «Es estupendo que hayas llegado a la hora que acordamos».
5. Establecer límites y normas según la edad para orientar el adecuado comportamiento de los hijos. Y eso empieza desde la más tierna infancia. Cuando exploran o experimentan se les pueden olvidar las normas. Muchas veces no están retando ni tienen intención de molestar, y otras sí. Pero reaccionar con gritos, riñas y amenazas solo puede conllevar que los niños también reproduzcan estos comportamientos. Cuando crecen incluso conviene comentar y decidir con ellos cuáles son las normas y las consecuencias que conlleva su incumplimiento.