Tuve mi primer hijo a los 33 años y una princesa hermosa a los 37. Me ha tocado criarlos en un mundo bombardeado por una cantidad de información que va desde inspiraciones espirituales como niños índigo y cristal, pasando por las recomendaciones del Dr. Benjamin Spock hasta la tendencia más reciente sobre la crianza respetuosa.
Pasé por supuesto por aquella etapa de empezar a ver a las otras madres, conversar en cualquier sitio y tratar de aprender lo que no sabía y chequear si no estaba equivocada en lo que hacía: ¿es la comida la adecuada? ¿Soy muy o poco controladora? etc.
Con el tiempo comencé a observar cómo crecía una generación de niños criados por padres muy preocupados por darle una crianza respetuosa a sus hijos y con grandes sentimientos de culpa cuando no les daban a sus hijos el trato que se esperaba de ellos. Esa culpa en cada padre siempre me intrigaba sobre todo porque cuando hablaba con muchos se sentían así por actuar como cualquier ser humano común y corriente.
Un padre no debería sentir culpa eterna por un mal momento con su hijo a causa del estrés de un día de trabajo. Lo más importante es que sepa acercarse a su hijo, ofrecer disculpas y dejarse ver como es en toda su expresión, analizando juntos lo que pasó, cómo pueden superarlo y qué pueden aprender de ello. Nuestros hijos no pueden crecer dándole la espalda a la dimensión humana de sus propios padres, pensando que siempre serán perfectos, que nunca van a gritar o actuar en forma irracional y que si lo hacen, son culpables de un daño sicológico a su propia psiquis
Es vital entender que la única vía para criar con respeto a un hijo es el ejercicio del respeto por uno mismo como ser humano. Muchos padres en el frenesí de buscar el mejor camino para relacionarse con sus hijos empiezan a abandonarse ellos mismos, dejando de lado sus propias necesidades, invalidándolas, castigándose por reaccionar y comienzan a acumular sentimientos muy negativos sobre sí mismos y la crianza.
Una de las cosas más importantes que le dejaremos a nuestros hijos en la vida es la construcción de una autoestima positiva y la mejor forma de hacerlo es demostrarle con hechos, con nuestra propia vida lo que eso significa. Unos padres en paz consigo mismos son el mejor ejemplo para sus hijos. Un padre atormentado y angustiado por lo que quiere transmitir solo legará incertidumbre a su hijo.
La crianza respetuosa exige un alto grado de dedicación emocional de los padres con los hijos y por esa razón es básico el equilibrio emocional.
Nadie que se sienta consumido por las necesidades de otro puede relacionarse sanamente. Un padre que siente que el ritmo de su mundo es guiado por las necesidades de su hijo las 24 horas comenzará a resentir su papel muy silenciosamente traduciéndolo en mal humor y frustración.
No existen recetas para criar y menos para evaluar su efectividad. La única gran medida debería ser los niños que son producto de ese ejercicio, por la felicidad y la salud emocional de esos pequeños seres que criamos y no solo en nuestro nido sino en el mundo exterior que es, al final hacia donde ellos van.
Hay miles de caminos para criar hijos en forma respetuosa. Hay miles de formas de criar hijos independientes, seguros de sí mismos y felices y ninguna exige al padre ser un superhumano. Todo lo contrario, en la medida en que el padre entre en contacto con sus propias necesidades y alcance su equilibrio interno será un ser humano mucho más pleno en total capacidad de enseñar con amor, respeto y consideración.
Fuente: inspirulina