A veces, cuando cometemos un error llegamos a sentir que tenemos menos valor humano ¿Te has encontrado diciéndote alguna de estas frases: “Si no hubiese hecho “x” cosa, esto no me estaría pasando” “No debí decir esas palabras ¿Por qué hice eso?... Ahora no tengo escapatoria”? ¿O quizás sientes que tu felicidad o tu futuro se ven amenazados por algo que hiciste o dejaste de hacer en tu pasado? Si es tu caso, te invito a continuar leyendo estas líneas.
Todos hemos cometido errores a lo
largo de la vida. Hemos hecho o dicho algo que hoy desearíamos no haber
pronunciado jamás; o tal vez pensamos que debimos hacer algo que no hicimos,
por falta de valor o conocimiento. A muchos nos pasa que cuando cometemos un
error que no podemos reparar, nos llenamos de culpas y miedos que no nos dejan
vivir en paz y podríamos entrar en crisis. Y es que resulta fácil sentirse culpable, cuando de
niños, nuestros padres, responsables o educadores nos hacían ver de esta manera
por las conductas que no aprobaban. Incluso, recuerden que tenemos memoria
genética, así que podemos estar abrazando esa emoción autodestructiva de manera
automática, si en el momento de nuestro nacimiento, gestación y/o infancia “causamos”
a nuestra madre molestias, dolores o alguna otra consecuencia desagradable,
como por ejemplo el sacrificio.
Les comento que la existencia de
la culpa es relativa. Esta es una emoción auto-infligida que nos provocamos en
castigo por algún acto que vaya en contra de lo que pensamos o de las
exigencias del mundo. Se produce cuando hay lucha entre nuestras acciones,
pensamientos y emociones… Es nuestra forma de castigarnos con respecto a algo
que hicimos o dejamos de hacer, con la cual, a mi parecer, constituimos el
Karma personal. Pienso que en realidad solo existen la responsabilidad, las
consecuencias y el valor de nuestros errores. Seguir sintiéndonos culpables
depende de nuestra elección. Para descomponer todo esto te propongo que te
hagas una serie de preguntas importantes, pues es determinante saber a ciencia
cierta qué es lo que realmente te está produciendo esta emoción dañina ¿Qué es
lo que no te perdonas a ti mismo? ¿Por
qué te está afectando y cómo corregirlo? Pregúntate ¿Estos motivos son válidos?
¿Realmente haber cometido ese error me hace merecedor de este malestar
constante? Cuando te preguntes, ten presente que tus respuestas pueden estar
condicionadas a las pautas y exigencias familiares y sociales. ¿Te preocupa más
lo que otros piensen de ti que lo que tú pienses de ti mismo?
Tu respuesta tiene que estar
libre de prejuicios y condicionamientos. Deben ser puras y basarse en la
realidad de todas las verdades, que es Luz (abre tu conciencia). Por tal
motivo, también es importante que identifiques cuál fue tu intención al haber
hecho y dicho o dejado de hacer eso que tanto te atormenta, pues no es lo mismo
que haya sucedido sin maldad, odio, avaricia o cualquier otra emoción negativa,
a que éstas hayan hecho acto de presencia en tu proceder y menos si se dio
accidentalmente. Si tus acciones se dieron sin emociones negativas, no tienes
que cargar con ninguna culpa y si fueron viciados por esas emociones, acéptalos
y perdónate. Los seres humanos solemos actuar en base a las emociones que
estamos experimentando y a medida que manejemos inteligencia emocional iremos
corrigiendo esa conducta. Volviendo a lo otro, si te estás provocando sentimientos
de culpa es porque estás arrepentido de corazón y se comienza a expandir tu
conciencia. Si bien es cierto que muchas veces cometemos errores con malicia u
otra afección emocional, la realidad es que en esos momentos somos inocentes,
porque quienes actúan así son seres manejados por emociones y cuando sentimos
remordimiento de conciencia, es porque ésta se está despertando para enseñarnos
lo que no veíamos. Deshacernos de la culpa exige un esfuerzo por llegar a nuestra
conciencia. Ellas, nos hacen permanecer atados al pasado, así que suelta esas
cargas innecesarias y perdónate, estarías desintegrando Karmas personales.
Debemos aprender a darle a nuestros
errores el valor que merecen. Yo los considero mis mejores maestros. Para
muestra un botón: En alguna parte leí una comparación entre los errores de
niños y los de adultos, donde nos recuerdan cuando queríamos meter los dedos en
los tomacorrientes, alguna vez lo habremos hecho, poniendo en riesgo nuestras
vidas a pesar de las advertencias de los adultos y el resultado fue el mal rato
compuesto por dolor y susto. Pero que quede claro que más nunca lo volvimos a hacer
¿Y saben otra cosa? Lo mejor es que aunque aprendimos la lección a la
perfección, no albergamos miedos ni rencores hacia los tomacorrientes. Y es que
hay lecciones que debemos aprender en carne y hueso. Eso que sucedió
sencillamente tenía que pasar. Justo ahí donde tropezaste, justo eso que
dijiste o hiciste y hoy piensas que no debiste; cada detalle, por mínimo que
sea debió pasar tal cual, ni más ni menos.
Y justo ellos son los que han moldeado tu carácter y te han hecho la
persona que eres hoy. Justo esos errores que más lamentamos son los que mejor
nos enseñan la lección, pues marcan nuestras almas. Te invito a aceptarlo
porque de lo contrario, no te estarías aceptando ni a ti, ni a tu vida. Los
errores no son pecados, son maestros y absolutamente todos tenemos derecho a
cometerlos, por lo que no debes permitir reproches ni que otros pretendan
juzgarte, el único que tiene esa potestad es DIOS. Estamos aquí para aprender,
éstos constituyen herramientas dentro de nuestra evolución espiritual. En la medida
en que comprendas esto, esas culpas auto-infligidas cederán.
Nada de lo que hoy comparto con
ustedes es saboteo mental ni justificaciones que estoy promoviendo. Saboteo
mental sería si utilizaras esos errores como excusas ante ti y ante los demás, que
justifiquen cambios negativos en tu ser. Los errores son perfectos porque esos que nos duelen son los que mejor nos enseñan,
son esos que nos dejan claro lo que jamás deberemos repetir, nos humanizan, nos
recuerdan que nadie es infalible, que TODOS somos vulnerables. Nos hacen
comprensivos con los demás (en la medida en que nos comprendamos a nosotros).
Estos nos vuelven más agradecidos, conscientes y sabios… Debemos comprender que
todos tenemos derecho a equivocarnos, a dejarnos llevar por nuestras emociones.
Al comprender la situación, el presente, en toda su extensión y liberarte de
culpas, también liberas de éstas a los involucrados. Es importante que te
libres de emociones negativas que puedas sentir en tu contra y hacia ellos.
Para que puedas ser libre tú, debes liberar energéticamente a los otros.
Pedir perdón es un acto de madurez, siempre que sea
sincero y es lo primero que debemos hacer cuando nuestro error involucra a otra
persona, y si puedes tomar cartas en el asunto para revertir el efecto del
mismo, hazlo de inmediato. Por supuesto que pedir perdón no siempre es fácil, a
veces puede tornarse incómodo y desagradable, pero sin duda, resulta liberador
y es lo correcto. Lo ideal sería que el otro las aceptara con humildad, pero si
no se da el caso y la persona opta por aflorar el ego que vibra en él, esa es
su elección, pero tú ya hiciste lo que te corresponde. Hay veces en que
nuestros errores no son tan significativos, carecen de relevancia y si la
persona con quien te estás excusando en este caso, te somete a un desgaste
energético y emocional, debido a que no te acepta las disculpas, no pierdas tu
tiempo. Es evidente que su orgullo está siendo más grande que el respeto y el
valor hacia ambos y hacia lazo afectivo que los unía. Si no puedes disculparte
directamente, hazlo de manera energética.
Todo esto nos hace seres más conscientes y precavidos, por
lo que conviene tomarnos unos minutos de nuestro tiempo para detenernos a pensar
antes de contestar, antes de discutir o de negarnos a hacer un favor. No te
predispongas, escucha, respira y reflexiona. Te sugiero que no hagas nada si no
estás seguro. Al principio quizá te cueste un poco, pero la práctica te
brindará fluidez y te acostumbrarás a no actuar impulsivamente. Lo mejor es
actuar con la certeza de que nuestro proceder es el mejor en estos momentos y
si necesitas más tiempo para pensar, solicítalo y tómatelo, tendrías menos probabilidades de
cometer errores. Si te equivocas no importa, pues obraste en función de lo que
consideraste correcto o favorable en ese momento.
Los errores nos muestran justo la
lección que debemos aprender y nos preparan para el resto del camino que
tenemos por recorrer, pues no se dan por casualidades, llegan a nosotros con la
enseñanza que nos corresponde. La verdadera consecuencia de un error es el
aprendizaje, el crecimiento. Luego de aprender éstos nos hacemos más grandes, somos
seres más valiosos; a diferencia de lo que solemos sentir luego de equivocarnos.
Señores, recuerden que vinimos a este mundo para ser probados y el objetivo no
siempre es no caer en “la trampa” porque pasarse la vida sin cometer errores (cosa
que es imposible) significa pasar la vida sin aprendizaje, sin crecimiento, sin
evolución. Al haber aprendido la lección no tenemos más nada que hacer con eso,
así que ¡Aprende, acéptalo, compréndete, perdónate, agradécele y suéltalo! ¡Tú
decides qué hacer con tus emociones!
Fuente: Informe21