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lunes, 12 de noviembre de 2012

Adolescente con cáncer de mama

Si ya para cualquier mujer, el saber que se tiene cáncer de mama en un shock, para una adolescente de 15 años es un trauma difícil de superar. Morgan Watson tenía esa edad cuando, mientras se duchaba, se encontró un bulto en uno de sus pechos. Tras realizarse los exámenes correspondientes, su vida dio un giro cuando le diagnosticaron carcinoma medular, en agosto de 2010. Dos días antes de su cumpleaños número 16, en vez de preocuparse de cómo lo celebraría junto a sus amigos y cómo se vestiría para la ocasión, comenzó una agresiva quimio y radioterapia.
“Mi vida entera cambió. No fui más a clases. La mayor parte del tiempo estaba en hospitales y los doctores se convirtieron en mis nuevos amigos. Así es, más o menos, como me vi obligada a crecer”, dijo a los medios estadounidenses la joven de Utah, hoy de 17 años.
Su caso era muy particular. Las cifras hablan de una adolescente entre 20 mil que pueden ser afectadas con cáncer de mama y, además, su problema en específico (el carcinoma medular) representa hasta el 5% de los casos en total.
No pasó mucho tiempo para que su tratamiento comenzara a manifestarse, y la caída del cabello se hizo evidente. Pero lejos de probar con pelucas o gorros que ocultaran el duro proceso por el que estaba pasando, Morgan decidió ir a clases mostrando su realidad.
“Cuando empezó a caerse (el pelo), supe que me iban a ver como ‘la niña con cáncer’”, dijo. “(Pero) quería aceptarlo y no dejar que arruinara lo que yo soy como persona”.
Hoy, tras pasar más de un año libre de la enfermedad, quiso seguir haciéndole frente al cáncer y decidió el 31 de octubre pasado, participar de una campaña organizada en un colegio de su ciudad, para alertar a las jóvenes sobre la importancia de estar alerta, investigar los antecedentes familiares de la enfermedad y revisar si tienen alguna anomalía en sus pechos.
Fueron varios medios, escritos y de televisión, que quisieron difundir el mensaje de Morgan, quien no tuvo pudor en relatar su experiencia, con toda la crudeza que significó para ella.
“Estaba aterrada por mi vida (…) No sabía si iba a estar viva para mi siguiente cumpleaños. Cada día lo atesoraba como si fuera el último”, le dijo a varias alumnas presentes, que fueron a clases, vestidas de rosado, el color que representa internacionalmente la lucha contra el cáncer de mama.
No solo eso. También señaló que tras pasar por esta dura prueba, tuvo que decidir si, para evitar nuevos riesgos, se sometería a una lumpectomía -que extirpa el tumor y parte del tejido que lo rodea- una mastectomía simple o doble. Eligió la última opción, perdiendo así sus dos pechos, y hoy asegura que no se arrepiente de su decisión. “En mi interior sabía que quería que se fuera, no quería más (cáncer). Así que supe que era la mejor opción. No quiero pasar por esto nunca más”.
Hoy, cuenta con expansores tisulares, que se van rellenando con suero fisiológico estéril, a medida de que ella sigue creciendo, para darle una apariencia más natural a su cuerpo, y que a futuro serán reemplazados con implantes mamarios.
“Los estudiantes de secundaria tienden a pensar más en su vida social como lo más importante, pero no se involucran realmente en causas o cosas como ésta (…) Lo mío era un caso excepcionalmente raro, pero mientras más conocimientos del tema tienes, más preparada puedes estar para las cosas que pueden pasar en el futuro”, señaló.

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