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sábado, 1 de septiembre de 2012

S.O.S. ¡Mi hijo no me hace caso!

Los tiempos han cambiado y las condiciones son diferentes, así que las relaciones padre-hijo y las reglas también deben ajustarse.


 "Así se empieza, primero es el cuarto desordenado, después deja los estudios y cuando vengas a ver, tendrá barba y aun en tu casa; hay que crearle hábitos de chiquito, tiene que hacer caso"


por ALEJANDRA CABRERA | SÁBADO 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012


En este mundo sobreestimulado no podemos esperar que un niño atienda a nuestra mirada sancionadora, mientras al mismo tiempo prestamos atención a las alarmas de un teléfono. Cuando mi mamá me lanzaba una mirada paralizante, nada la hacia pestañear; aún me impresiono de recordarlo.



¿No han visto esa escena en un centro comercial donde ambos padres están con sus teléfonos y los niños con los juegos electrónicos? Son un grupo de personas que están en el mismo espacio pero tan concentrados en su propio mundo que ninguno de ellos se dedica el tiempo necesario para mirar y ser mirados sin estar pendiente de sus aparatos.




Claro que usted puede intentar seguir con las viejas prácticas, puede seguir tratando de mirar y paralizar, puede susurrar, hablar, gritar, y no faltará una abuela o una tía que hable de la famosa palmada a tiempo que no hace daño a nadie o que le diga que llorar hace expandir los pulmones. Sin embargo, si estamos de acuerdo en que las condiciones cambiaron, le sugiero que también ajustemos las soluciones.




¿Qué significa no hacer caso?
Cuando los padres dicen "Mi hijo no me hace caso" usualmente se refieren a que sus instrucciones, órdenes o pautas son prácticamente dadas al viento, el niño sencillamente no las acata. Por ejemplo: no recoge su cuarto, no se queda quieto, no termina la comida, se llevó el iPod al colegio sin permiso, entre otras miles de historias que, en resumida cuenta, hablan en todo caso de un desacuerdo y más aun, una desobediencia a la pauta establecida. En principio, se trata de una norma que usted como padre establece y que él o ella como hijo debe cumplir.



Muchos libros y profesionales suelen explicar esto como un acto deliberado de irrespeto y casi desobediencia civil de los niños con la única finalidad de desafiar a los padres. Se trata de una guerra que debe ser ganada por usted, de lo contrario su hijo será un tirano que se saldrá con la suya, y a partir de esa afirmación comienzan a profetizarle un apocalíptico futuro familiar. "Así se empieza, primero es el cuarto desordenado, después deja los estudios y cuando vengas a ver, tendrá barba y aun en tu casa; hay que crearle hábitos de chiquito, tiene que hacer caso".


¿Por qué hay que hacer caso?

Las normas existen porque vivimos en sociedad, es decir, para poder convivir juntos es necesario que tengamos límites que garanticen que ejerciendo mis derechos no vulnero, no le hago daño ni entorpezco a otros.
Por ejemplo, si todos conduciéramos nuestro carro según nuestras urgencias personales y necesidades, las vías serían un caos, tal como ocurre en un cruce cuando se daña el semáforo: todos sienten que merecen pasar primero, seguramente muchos tienen razones absolutamente válidas y por lo tanto difícilmente se pueden analizar unas como más importantes que otras. Por ello, si el semáforo no funciona, se requiere de un fiscal o quien haga este papel.



Es decir, necesitamos una pauta que indique que unos irán primero y otros después, para que finalmente todos podamos pasar. Pero también necesitamos conocer las razones de esa pauta y cómo nos afecta y beneficia; es decir, si no creemos y entendemos que con el fiscal o el semáforo estaremos mejor, entonces tampoco lo respetaremos.




Una propuesta armónica
Su hijo no es su enemigo, es como usted a su edad, con ganas y ánimo de comerse al mundo, con ideas y proyectos tan novedosos como cambiantes; solo que estamos en un mundo diferente. Le propongo que considere probar esta alternativa, ampliamente trabajada por Rosa Jove, Psicóloga española:




Entiéndalo: Póngase en su lugar. Cuando no hace caso a algo, debemos ponernos en el lugar de nuestro hijo; por ejemplo: "yo sé que es más fácil quitarse el uniforme rápido y dejarlo en el piso". Suele ser agradable encontrar compresión por parte del otro. Piense en lo que siente cuando llega tarde al trabajo por haber salido cinco minutos tarde; no falta quien le repita "sabes como es esta ciudad, tienes que salir temprano", pero en cambio es agradable encontrar empatía: "sí, fue horrible, dos horas en el carro sin moverse".



Poniéndose en el lugar de su hijo usted no define su desobediencia como una afrenta personal sino como un acto profundamente humano. Este pequeño cambio ya marca un escenario totalmente diferente; no es lo mismo batallar contra el enemigo que entender a alguien que se parece a mí. Es de gran ayuda comprender por qué hace o deja de hacer cosas, para ello solo tiene que abrir un espacio para escuchar sus razones. Muchas veces los hijos nos sorprenden con razonamientos elaborados y muy lógicos, que no cederán ante un tradicional "porque yo lo mando."




Edúquele: Explíquele por qué debe hacer lo que usted le indica; se trata de una norma pero tiene unas causas. Queremos que nuestros hijos sean creativos, inteligentes, ingeniosos, críticos, pero que acaten normas absolutas solo "porque sí"; eso es un poco contradictorio. Por ejemplo, "si dejamos el uniforme en el piso quedará arrugado y mañana no te lo puedes poner así", "si está en el piso cuando entres o salgas lo puedes pisar y se va a ensuciar, o puedo entrar yo y pisarlo y me puedo resbalar".



De nuevo, es muy importante escuchar sus opiniones, invítelo a encontrar otras razones y debatan el fundamento que tienen; a veces pueden darnos explicaciones como "yo no lo piso", o más: "en el piso y en la cama está estirado igual", las cuales tienen cierta validez. Ante ello debemos ser creativos, y dado que sabemos el fundamento de nuestra norma, seguramente podremos dar más razones como "cierto, pero en el piso ponemos los zapatos con los que pisamos la calle".




Propongan alternativas: Busquen juntos opciones; al llegar del colegio pregúntele: "¿prefieres cambiarte y guindar tu uniforme de una vez?". O "¿te gustaría mejor colocarlo sobre la cama y lo guindas después de comer?". Si se trata de un niño más grande, podrá proponer sus propias alternativas que sean satisfactorias para ambos.



No hay una sola manera de hacer las cosas, debemos tener muy claro qué es lo que requerimos y cuál es la norma para, en virtud de ello, poder negociar. Si nos planteamos una solo opción, sin alternativas, no estamos buscando acuerdos sino imposiciones, y en ese sentido no estamos respetando, estamos haciendo justo lo que más nos molesta que nos hagan.



Y claro, apague o deje en otro cuarto el celular durante esos minutos; trabajamos tanto para darle lo mejor a nuestros hijos, y lo mejor también incluye nuestro tiempo para apoyarlo, comprenderlo y fortalecer sus criterios, autoestima y personalidad. Seguro que hay un par de llamadas que podemos poner en espera, algunos correos electrónicos que podemos responder después y tomar un tiempo para negociar las normas con los hijos, dejando en claro que los comprendemos y explicando las razones de nuestra solicitudes.



Esto no es una receta mágica, en dos días no cambiará el orden en su casa; mas aun, muy probablemente surgirán nuevos desacuerdos. Pero los hijos, como parte fundamental de la familia y de nuestra vida, requieren como nadie de nuestra constancia y paciencia.



Seguramente habrá que repetir estas conversaciones varias veces y en varios escenarios, pero con ello estará mejorando las relaciones entre ustedes, le está motivando a confiar en sus padres, dándole criterios para que sus razonamientos sean mejores y haciéndolo partícipe de las decisiones de su vida.



¿No le parece que vale la pena probar esta conversación de unos minutos en lugar de gritar o de jugar a la medusa que convierte personas en piedra con solo mirar? Y recuerde que un abrazo a tiempo no le hace daño a nadie.

Fuente: Estampas.com

miércoles, 29 de agosto de 2012

¡Descubren que el azúcar no es causante de la ganancia de peso!


¿Cómo lograr un peso adecuado?


Existen varios mitos asociados con las causas de la obesidad, uno de ellos es que el azúcar, por sí solo, es el culpable de esta epidemia. Sin embargo, según un estudio científico publicado en marzo de 2012 en la revista Nutrition, el consumo energético total es el principal contribuyente del aumento de peso. El estudio tomó la información de dos Encuestas de Nutrición y Salud Nacional de Estados Unidos, realizadas entre 1971 y 1994.

De hecho, el estudio encontró que, en un segmento de la población, aunque hubo disminución del consumo de azúcar, los índices de obesidad siguieron creciendo, lo que demuestra que no existe una relación causal entre azúcar y obesidad. De acuerdo con el estudio, a pesar de un incremento en los índices de obesidad en Estados Unidos durante los años investigados, el aporte de los azúcares al consumo total de carbohidratos disminuyó en los subgrupos de 1 a 19 años. Asimismo, la contribución de los azúcares agregados al consumo energético total no cambió.
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De acuerdo con la doctora venezolana Marianella Herrera, especialista en nutrición y presidenta de la Sociedad Científica Venezolana de Obesología, “el estudio es interesante porque se evidencia que el azúcar no es el principal contribuyente al incremento del índice de masa corporal”. Agregó que, “es importante mencionar que los investigadores se plantean al inicio de la investigación que el consumo de azúcar y de carbohidratos posiblemente aumentó en los grupos de edades, tanto en menores como en mayores de 19 años. Sin embargo, la evidencia demostró que el consumo de azúcar no aumentó”.
Otro estudio científico publicado en septiembre de 2011 en el American Journal for Clinical Nutrition, también demostró que, aunque el sobrepeso creció en Estados Unidos, el consumo de azúcar disminuyó en un 24% entre 1999 y 2008.
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Todas las calorías cuentan por igual
El aumento del índice de masa corporal (IMC) es provocado por un desbalance calórico, es decir, cuando el consumo energético total que se compone por todas las calorías que se ingieren a partir de los alimentos, no sólo el azúcar, es mayor al que se gasta diariamente mediante las funciones básicas vitales y la actividad física.
Estas calorías no sólo van a provenir del azúcar o de otros carbohidratos, sino también del exceso en el consumo de proteínas y grasas.
Tanto la ganancia como la pérdida de peso son resultado de un desequilibrio:
• Mayor energía ingerida que gastada = ganancia de peso
• Menor energía ingerida que gastada = pérdida de peso

La doctora Herrera menciona que, “sencillamente, el balance energético se refiere a que debemos comer la misma cantidad de energía que gastamos. Además, es importante que las personas entiendan que las calorías son indispensables para el cuerpo humano porque tienen el rol de aportar la energía requerida para funciones básicas como caminar, pensar, respirar y de generar una reserva de esa misma energía para ser utilizada en períodos de ayuno. Es importante recalcar que todas las calorías cuentan por igual, independientemente de su fuente. Lo que varía es el contenido calórico de cada alimento, pues cada uno es diferente”, concluyó la profesional.
Según la doctora Herrera, cada país tiene el deber de establecer formalmente las recomendaciones de la ingesta calórica diaria ponderadas para su población. Sin embargo, la mayoría de los países realiza estas recomendaciones con base en una dieta de 2 000 calorías diarias, esto puede ajustarse en casos de déficit o exceso.
“2 000 calorías diarias pueden ser excesivas para algunos y deficitarias para otros. Recordemos que este es un promedio y los promedios no suelen reflejar la realidad de algunos miembros de la población”, indica la experta.

La especialista agrega que las claves para lograr el equilibrio calórico y evitar un aumento del IMC, son:
1 Una alimentación balanceada que incluya las cantidades adecuadas de cereales, leguminosas, frutas, verduras, lácteos, carnes, pescados, aceites y grasas, así como una adecuada hidratación.
2. La práctica constante de actividad física. En individuos sanos se recomienda realizar, como mínimo, 30 minutos de ejercicio físico moderado, cinco veces a la semana, o 45 minutos de ejercicio físico intenso, tres veces a la semana. El ejercicio físico comprende actividades como caminar, trotar, bailar o andar en bicicleta.
El azúcar en la dieta
Según la doctora Herrera, “de todos los alimentos que componen la dieta de una persona, ninguno puede ser considerado como el único culpable de la obesidad. Al igual que todos los alimentos, el azúcar tiene un papel en la dieta y, consumiéndolo dentro de los límites adecuados, puede formar parte de una alimentación equilibrada. Debemos recordar que no hay alimentos buenos o malos, solo dietas mal balanceadas”.
La especialista añade que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria señala que la ingesta diaria recomendada de azúcares totales (azúcares agregados y naturales) para un adulto sano es de 90 gramos de azúcar al día equivalente a 360 calorías (1 cucharadita de azúcar de 4 gramos es la cantidad referida), esto con base en una dieta de 2 000 calorías.
De acuerdo con la experta, los carbohidratos o azúcares se clasifican como simples o complejos. Los azúcares simples están compuestos por una unidad de azúcar (monosacáridos, como la fructosa o glucosa) o por dos unidades de azúcar (disacáridos, como la lactosa o sacarosa), son una buena fuente de energía y se encuentran en forma natural en alimentos como las frutas, la leche y sus derivados, al igual que en azúcares procesados y refinados como los dulces, el azúcar común, los almíbares y las bebidas gaseosas.
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Los azúcares complejos (polisacáridos, se encuentran en panes, cereales, vegetales ricos en almidón) tienen tres o más unidades de azúcar y a diferencia de los azúcares simples, estos se descomponen de manera más lenta en el cuerpo permitiendo que el azúcar en la sangre aumente de manera gradual.

La doctora Herrera concluye que, “el cuerpo metaboliza todas las variedades de azúcares de igual manera y proporcionan la misma cantidad de energía, específicamente 4 calorías por gramo de azúcar. Lo importante es consumir el azúcar con moderación y dentro de una alimentación balanceada”. NP

Fuente: www.informe21.com

martes, 28 de agosto de 2012

Trascendiendo las Crisis con Inteligencia Emocional por Sanaa Vanessa Saab en Informe21.com


Cuando lidiamos con un problema, no lo hacemos con un “problema laboral” ni con uno “familiar” sino con los conflictos internos de las personas involucradas –incluyéndote a ti– que se reflejan cuando se supera la capacidad de almacenaje que tenemos.




De lo contrario, los inconvenientes se resolverían sin disputas, con sosiego y armonía. Pero resulta que los seres humanos para lograr esto debemos practicar constantemente limpiezas emocionales y no siempre estamos limpios y ligeros, por lo que se van acumulando estas emociones negativas hasta que buscan desahogo generando las crisis. Si decidimos, podemos tomarlas como herramientas para expandir la conciencia. Experimentaríamos un proceso de transición, una metamorfosis, lograríamos trascender.
Sin embargo, también podríamos optar por permitir que ellas nos moldeen a nosotros, creándonos una dura coraza que cubra todo nuestro ser; volviéndonos inhumanos, frívolos y cerrados; o bien convertirnos en seres frágiles, temerosos e inseguros; de cualquier manera, empeorando la realidad. Todo depende de si manejamos o no la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional radica en mantener nuestra consciencia despierta y no dejarnos envolver con las emociones que podríamos estar experimentando. A menudo, ni siquiera nos percatarnos de ellas. Consiste –primeramente– en identificar lo que estamos sintiendo, si son miedos, confusión, enojo, rencor, angustia, o cualquier otra emoción. No se trata de luchar contra ellas, ni de evadirlas. ¡Reconócelas! Al hacerte consciente puedes desintegrarlas empleando tus recursos internos. Podrás determinar si son justificadas o no; si lo que te está sucediendo en este momento es realmente causante de estas emociones o si son producto de vivencias pasadas que no has depurado y que están aflorando en esta ocasión, de modo que si no lo corriges, seguirán apareciendo en cuanta oportunidad se presente y estarías arrastrando conflictos de otras relaciones o vínculos, manteniendo tu pasado en tu presente. Conviene examinarse y determinar si estas emociones negativas, se deben a la circunstancia actual o por el contrario, si son destiladas por hechos no superados y así llegar directamente a sanar desde la raíz.
La inconsciencia de los seres humanos se refleja cuando muchas veces, nos acostumbramos a afligirnos, a lastimarnos emocionalmente, abrazando toda cantidad de sensaciones negativas.
Vivimos envueltos en sufrimientos provocados; lo que es lo mismo a vivir con nuestra consciencia dormida. No somos seres conscientes, sino ciegos influenciables por emociones y circunstancias que nos manejan. Esto se debe –en parte– a que asumimos el rol de víctimas en nuestras propias vidas. Es muy fácil adoptar en este papel, ya que es lo que nos han venido enseñado generación, tras generación y desde muy pequeños. Crecemos aprendiendo que debemos “ser alguien en la vida” Si se fijan, este concepto está inclinando a tener una profesión o varias, una buena posición económica, en tener una familia conformada como la sociedad exige y la ley manda, y en preocuparnos por agradar a las personas que nos interesan. Todo esto se basa en el “tener” más no en el “ser” lo que nos hace enfocarnos ciegamente en hacer, hacer y tener, olvidándonos de lo que sentimos, pensamos o queremos; acostumbrándonos a ignorar nuestros sentimientos, emociones y requerimientos más esenciales. Siendo títeres adoctrinados, sacrificamos nuestra esencia y ahí es cuando se comienzan a generar los conflictos internos que reflejamos en nuestro entorno.
La vida nos enseña que luego de una caída, debemos decidir si optamos por el aprendizaje y la evolución o por la negación y la represión. La segunda opción dejaría ver que el ego con el que vivimos es muy grande, ya que no somos capaces de aceptar lo que nos sucede, no somos capaces de respetar la voluntad de DIOS, por eso sufrimos… Vivimos en total apego. Ahora bien, al hacernos conscientes de esta realidad, el conflicto externo puede pasar a segundo plano para dedicarnos a resolver el interno. Podremos trascender el linaje familiar, los karmas personales, desligando de una vez y por todas, los patrones negativos. Desechando toda conducta física y mental que haya podido estar generando emociones negativas y ciclos repetitivos de situaciones desagradables, sustituyéndoles por pensamientos y hechos que creen efectos contrarios, lo que deseamos. Es aquí donde la crisis se vuelve renovadora y comenzaremos con el proceso de transición… El cambio de piel. Pienso que no hay proceso exactamente igual a otro. Los seres humanos tenemos diferentes formas de internalizar las vivencias y procesarlas como experiencias.
Este puede ser un proceso más lento y doloroso para unos, que para otros. Por lo que conviene involucrarnos en la ciencia de la Aceptología o el Renacimiento, los cuales contribuyen a la liberación del sufrimiento y el segundo, a la desintegración de los patrones negativos adquiridos, inclusive desde nuestro proceso de gestación.
En la medida en que comprendamos que hay situaciones externas que no podemos cambiar, pero que sí somos capaces de modificar la forma en que las percibimos, que podemos depurarnos de lo discordante, redescubrir nuestros requerimientos reales y nos reconciliamos con nuestra esencia; trascendemos karmas, renacemos y logramos una vida sana, coherente y en armonía. Para ello debemos tener nuestra consciencia despierta y así, determinar con asertividad qué es lo que podemos cambiar y qué no, cuáles son los patrones negativos que hemos venido siguiendo y cómo desintegrarlos para trazar el que nos provea de bienestar.
Nada puede detenernos a la hora de trascender, ni siquiera la muerte. Paso a paso... Unos más lentos, otros más rápidos… Cada quien a su propio ritmo, pero sin paralizarse. Cuando no avanzamos las energías se estancan. Andemos, permitamos que todo fluya a su tiempo y en su espacio perfecto y siempre con el optimismo de recordar que todos merecemos ser felices.
Cuando nos damos la oportunidad de crecer ante la dificultad, cuando determinamos evolucionar, los resultados son asombrosos. Cada vez que superamos una crisis, cada vez que trascendemos, magnificamos nuestras vidas, nuestra capacidad de amar, de sentir, de vivir… Yo particularmente, siento en estos momentos, como si hubiese escalado 50 metros de una montaña, donde puedo ver y comprender cosas que antes no podía, sentir más y mejor… Esto me ha permitido darme cuenta de los patrones negativos en los que he vivido y me brinda la oportunidad de crear la vida que deseo y merezco. Puedo apreciar y darme el lujo de vivir a plenitud cada día.




Por: Sanaa Vanessa Saab.-
Fuente: Informe21.com

26/08/2012 - 23:47

@Vanessa_Saab
http://laescritoracontemporanea.blogspot.com/