Cuando lidiamos con un problema, no lo hacemos con un “problema laboral” ni con uno “familiar” sino con los conflictos internos de las personas involucradas –incluyéndote a ti– que se reflejan cuando se supera la capacidad de almacenaje que tenemos.
De lo contrario, los inconvenientes se resolverían sin disputas, con sosiego y armonía. Pero resulta que los seres humanos para lograr esto debemos practicar constantemente limpiezas emocionales y no siempre estamos limpios y ligeros, por lo que se van acumulando estas emociones negativas hasta que buscan desahogo generando las crisis. Si decidimos, podemos tomarlas como herramientas para expandir la conciencia. Experimentaríamos un proceso de transición, una metamorfosis, lograríamos trascender.
Sin embargo, también podríamos optar por permitir que ellas nos moldeen a nosotros, creándonos una dura coraza que cubra todo nuestro ser; volviéndonos inhumanos, frívolos y cerrados; o bien convertirnos en seres frágiles, temerosos e inseguros; de cualquier manera, empeorando la realidad. Todo depende de si manejamos o no la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional radica en mantener nuestra consciencia despierta y no dejarnos envolver con las emociones que podríamos estar experimentando. A menudo, ni siquiera nos percatarnos de ellas. Consiste –primeramente– en identificar lo que estamos sintiendo, si son miedos, confusión, enojo, rencor, angustia, o cualquier otra emoción. No se trata de luchar contra ellas, ni de evadirlas. ¡Reconócelas! Al hacerte consciente puedes desintegrarlas empleando tus recursos internos. Podrás determinar si son justificadas o no; si lo que te está sucediendo en este momento es realmente causante de estas emociones o si son producto de vivencias pasadas que no has depurado y que están aflorando en esta ocasión, de modo que si no lo corriges, seguirán apareciendo en cuanta oportunidad se presente y estarías arrastrando conflictos de otras relaciones o vínculos, manteniendo tu pasado en tu presente. Conviene examinarse y determinar si estas emociones negativas, se deben a la circunstancia actual o por el contrario, si son destiladas por hechos no superados y así llegar directamente a sanar desde la raíz.
La inconsciencia de los seres humanos se refleja cuando muchas veces, nos acostumbramos a afligirnos, a lastimarnos emocionalmente, abrazando toda cantidad de sensaciones negativas.
Vivimos envueltos en sufrimientos provocados; lo que es lo mismo a vivir con nuestra consciencia dormida. No somos seres conscientes, sino ciegos influenciables por emociones y circunstancias que nos manejan. Esto se debe –en parte– a que asumimos el rol de víctimas en nuestras propias vidas. Es muy fácil adoptar en este papel, ya que es lo que nos han venido enseñado generación, tras generación y desde muy pequeños. Crecemos aprendiendo que debemos “ser alguien en la vida” Si se fijan, este concepto está inclinando a tener una profesión o varias, una buena posición económica, en tener una familia conformada como la sociedad exige y la ley manda, y en preocuparnos por agradar a las personas que nos interesan. Todo esto se basa en el “tener” más no en el “ser” lo que nos hace enfocarnos ciegamente en hacer, hacer y tener, olvidándonos de lo que sentimos, pensamos o queremos; acostumbrándonos a ignorar nuestros sentimientos, emociones y requerimientos más esenciales. Siendo títeres adoctrinados, sacrificamos nuestra esencia y ahí es cuando se comienzan a generar los conflictos internos que reflejamos en nuestro entorno.
La vida nos enseña que luego de una caída, debemos decidir si optamos por el aprendizaje y la evolución o por la negación y la represión. La segunda opción dejaría ver que el ego con el que vivimos es muy grande, ya que no somos capaces de aceptar lo que nos sucede, no somos capaces de respetar la voluntad de DIOS, por eso sufrimos… Vivimos en total apego. Ahora bien, al hacernos conscientes de esta realidad, el conflicto externo puede pasar a segundo plano para dedicarnos a resolver el interno. Podremos trascender el linaje familiar, los karmas personales, desligando de una vez y por todas, los patrones negativos. Desechando toda conducta física y mental que haya podido estar generando emociones negativas y ciclos repetitivos de situaciones desagradables, sustituyéndoles por pensamientos y hechos que creen efectos contrarios, lo que deseamos. Es aquí donde la crisis se vuelve renovadora y comenzaremos con el proceso de transición… El cambio de piel. Pienso que no hay proceso exactamente igual a otro. Los seres humanos tenemos diferentes formas de internalizar las vivencias y procesarlas como experiencias.
Este puede ser un proceso más lento y doloroso para unos, que para otros. Por lo que conviene involucrarnos en la ciencia de la Aceptología o el Renacimiento, los cuales contribuyen a la liberación del sufrimiento y el segundo, a la desintegración de los patrones negativos adquiridos, inclusive desde nuestro proceso de gestación.
En la medida en que comprendamos que hay situaciones externas que no podemos cambiar, pero que sí somos capaces de modificar la forma en que las percibimos, que podemos depurarnos de lo discordante, redescubrir nuestros requerimientos reales y nos reconciliamos con nuestra esencia; trascendemos karmas, renacemos y logramos una vida sana, coherente y en armonía. Para ello debemos tener nuestra consciencia despierta y así, determinar con asertividad qué es lo que podemos cambiar y qué no, cuáles son los patrones negativos que hemos venido siguiendo y cómo desintegrarlos para trazar el que nos provea de bienestar.
Nada puede detenernos a la hora de trascender, ni siquiera la muerte. Paso a paso... Unos más lentos, otros más rápidos… Cada quien a su propio ritmo, pero sin paralizarse. Cuando no avanzamos las energías se estancan. Andemos, permitamos que todo fluya a su tiempo y en su espacio perfecto y siempre con el optimismo de recordar que todos merecemos ser felices.
Cuando nos damos la oportunidad de crecer ante la dificultad, cuando determinamos evolucionar, los resultados son asombrosos. Cada vez que superamos una crisis, cada vez que trascendemos, magnificamos nuestras vidas, nuestra capacidad de amar, de sentir, de vivir… Yo particularmente, siento en estos momentos, como si hubiese escalado 50 metros de una montaña, donde puedo ver y comprender cosas que antes no podía, sentir más y mejor… Esto me ha permitido darme cuenta de los patrones negativos en los que he vivido y me brinda la oportunidad de crear la vida que deseo y merezco. Puedo apreciar y darme el lujo de vivir a plenitud cada día.
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